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LA SUPERSTICIÓN “CIENTÍFICA”

Carta de Pablo Antonio Cuadra a Mariano Fiallos Gil

1 de octubre de 1960

Querido Mariano:

En tu artículo: “En torno a la III Conferencia de Universidades en México”, que titulas “Entre Academia y la Voluntad de Poder” construyes un mapa de distribución y clasificación de las universidades del mundo que ilustra bastante bien sobre las tendencias culturales o didácticas de los diversos tipos de universidades que hoy tienen mayor vigencia y que me da pie para hacer una “cola” –como hoy dicen—en ti misma exposición.

Quiero, para comenzar, expresarte una disconformidad con el apelativo “académicas” con que dominas a las universidades europeas en contraposición con el apelativo de “dinámicas” que adjudicas a las rusas e israelitas.  Creo que en justicia, en todos los países existen universidades dinámicas y universidades estáticas, o sea, universidades con voluntad de expansión, creadoras como también “las simples receptoras de cultura” que “han ido perdiendo su ímpetu vital” para usar tus palabras.  No creas, por ejemplo, que la juventud universitaria rusa, está en todo el mundo soviético, tan contenta con el dinamismo de sus universidades.  Para miles de jóvenes rusos algunas universidades se han anquilosado “han perdido su ímpetu vital” y producido en las nuevas generaciones la natural reacción de inconformidad. A pesar de que el Soviet es totalitario y no es muy inclinado a aceptar críticas, éstas se han producido y es muy inclinado a aceptar críticas, estas se han producido y es un los mismos documentos rusos que puedes evidenciarlas.  Por otra parte, todos sabemos que el gran adelanto científico de Rusia en estos últimos cinco años es el resultado del apropiamiento y aprovechamiento de la ciencia y de los científicos alemanes por un Estado totalitario y su indudable eficacia.  El espectáculo que dio Rusia, en el orden técnico, durante la última guerra, fue lamentable.  Luego dio el gran salto recogiendo la verdadera ganancia de la guerra a costa de Alemania. Pues bien, esa ciencia alemana que permitió a Rusia dar el salto y ha permito el milagro de la resurrección de la resurrección de la Alemania Occidental, es el fruto de las universidades alemanas nada académicas sino admirablemente creadoras en todos los campos: Porque la ciencia actual ¿no recibe de Alemania su mayor dinamismo creador?  Rusia y Estados Unidos, para sus más grandes avances, de Alemania se han nutrido.  Lo mismo la filosofía actual, y en el orden religioso las Universidades Católicas alemanas produjeron y siguen produciendo los aportes más extraordinarios del pensamiento cristiano contemporáneo.  Te cito a Alemania y tendría mucho que decir del resto de Europa para valorar las razones de mi disparidad con la división que estableces en tu artículo.  Yo creo mucho en América, creo también que Rusia manifiesta evidentemente “voluntad de poderío y expansión” como tú dices, revisando a fondo la cultura del mundo –inclusive lo que Rusia exporta por su cuenta – no veo ese “academicismo” universitario de Europa, sino que me convenzo que aún sigue Europa alimentando por sobre todos los demás conglomerados humanos—el pensamiento del mundo.

Digo pensamiento, porque número, máquinas, disciplina, becas, riqueza exterior, poderío, es otra cosa y eso no voy a negárselo a los grandes imperios que se reparten el poderío mundial: Estados Unidos y Rusia.

Pero mi “cola” es en este punto donde comienza.  Me imagino que tú, por intelectual, rechazas esa división que se quiere hacer de la historia viva, de la cultura y del mundo en dos únicos campos: Rusia a un lado y Estados Unidos al otro.  Creo que la competencia del poderío es verdad que está distribuida, pero en un orden mucho más profundo –en el del espíritu, en el de la cultura—una inmensa porción consciente sabe que está en oposición y que debe defenderse de la amenaza de ambas civilizaciones, de ambas concepciones de la vida y del hombre.  No quiero con ello poner a la par, en el orden moral y en el orden al respeto a la dignidad humana a Rusia y Estados Unidos.  Pero frente a la concepción de la vida, y en fines y objetivos de la vida, frente a la concepción del hombre y de los fines y objetivos del hombre que poseemos los herederos de la Civilización cristiana y occidental: el sentido de la vida y del hombre que conciben los soviéticos y el que conciben los yanki nos es igualmente monstruoso y angustioso.

No creo que tú, Mariano, te hayas dejado infestar de esa factividad, tan yanqui como soviética, cuyo dios es la Ciencia.  El mundo, cada vez más cogido por esa superstición científica, asiste ahora suspenso (con el “fanatismo” de las grandes masas de los estadios) a la competencia de propaganda y predominio de Estados Unidos y Rusia casi de tipo escolar, basada en quién tiene más puntos de invención científica.  Un cohete a la luna debe ser superado por un cohete a Venus o el competidor pierde ante el gran público mundial.  Un perrito puesto en órbita debe ser superado por un hombre en el espacio o el competidor pierde.  Ni los que están en competencia, ni el gran público conciben ya que pueden medirse la importancia verdadera de esas dos potencias sino es por lo que inventan.  La Ciencia es el valor supremo.  Y sobre esta tabla de valores, casi paleolítica, hemos montado y organizado nuestro concepto de Universidad.  Universidad buena es únicamente la que investiga (no el ser, no las grandes necesidades del hombre y de la historia) sino la posibilidad de nuevos inventos.

Facticidad pura.  Pero ¿Y el HOMBRE? Vemos que el nivel científico sube en la misma medida que el nivel criminal, no tanto de delincuentes, sino de la institucionalidad misma, del Estado.  Lo que Camus, angustiado, llama “los estados del crimen perfecto”, esos inmensos monstruos coercitivos y estrujadores de la persona humana, planificadora sin escape de la vida cómo dueños absolutos de la libertad, perfeccionan su instrumento anti y deshumanizadores al mismo tiempo que hacen portentos cósmicos. En la lucha del HOMBRE contra “eso”, la única misión de la Universidad ¿será solamente investigar, e impulsar la ciencia, darle el supremo valor al desarrollo de la técnica y abandonar una cosa inútil o no muy necesaria la formación del interior del hombre, la orientación de su conducta y de sus existencias? Digamos una herejía: supongamos el honor, para Universidad, de descubrir la penicilina.  Miles de hombres se salvarán por esa invención.  Pero esa misma universidad, supongamos, forma moralmente a los integrantes de un régimen que en nombre de la razón del Estado mandan a la muerte, con un tiro en la nuca a la misma cifra de hombres que antes morían de infección sin penicilina.  Esta breve parábola herética ¿no es la vida actual?  Estamos llegando a la luna y no somos capaces de poseer la tierra.  El hombre ya puede (TÉCNICAMENTE) ir a Marte, pero cada día tiene menos libertad para siquiera salir de su pueblo y aún de su casa.  ¿No vemos que en China ya está regulada, en el hormiguero colectivo de Mao, hasta la cohabitación de los esposos?

Terminaré, por tanto mi herejía.  Tú dices, refiriéndote a las Universidades católicas, lo siguiente:

“Las universidades católicas, dispersas en muchas partes del globo y reunidas en federación, se dedican más que a hacer o investigar cosas, a enseñar cómo es que deben utilizarse estas cosas en un sentido cristiano”.

“Su trabajo es ingerente, puesto que tienen que contrarrestar la fascinación de este mundo físico a cuya conquista se dedican otros, con valores espirituales intangibles.  Su objetivo final es la salvación del alma frente a la salvación del cuerpo, cosa inmediata, que las masas reclaman.  Es posible que las universidades católicas estuvieran en mejor condición se ocuparan también de “hacer e investigar”.

No dudo que es bueno que el catolicismo y el espiritualista auspicien la ciencia y cooperen el gran avance del hombre en ese terreno.  Pero no es precisamente el mal del mundo la falta de investigación, sino lo contrario, el mal es que le hemos dado todo a ese cientifismo cada vez más agudo y nada al espíritu.  No salvaremos al hombre con más ciencia, sino con más “humanidad”.  La Ciencia, en la jerarquía de los valores humanos, no es mucho lo que nos levanta sobre el animal.  En realidad la Ciencia es lo que el animal logró por evolución, logrado por el hombre con su inteligencia.  Por la evolución llegó el animal a pájaro adquiriendo alas.  Por la inteligencia llegamos al avión.  El animal evolucionado crio pelos espesos y defensas grasas en la piel; el hombre inventó la fogata y luego la hizo asequible por el gas y un poco más tarde por la electricidad.  Pero todo ese mecanismo mental que va del invento del fuego a la atómica, nada nos impide suponerlo, ni exige nada nuevo, en la mente del hombre primitivo. la CIENCIA nos saca de las cavernas pero nos deja cavernarios.  Ni el más grande invento puede siquiera parangonarse con el enunciado de una idea moral, de un principio filosófico o de un verso de Homero.  Inventar es apenas llegar a hombre.  Crear es SER hombre.  Puede que el inventor del fuego haya garroteado o quemado vivos a muchos hombres colegas o compañeros suyos.  Y ese animal evolucionado, por muy científico que haya sido, necesitaba algo que le enseñara a no garrotear ni quemar vivos a sus compañeros.

Eso que tú dices “la preocupación por salvar almas” (que no es solo salvarse allá, sino aquí, porque es aquí donde salvamos, aquí desde aquí) es, en sustancia, la preocupación por salvar al hombre de ser garroteado o quemado vivo por el inventor del fuego.  Y la universidad tiene que ser eso.  Algo que permita inventar el fuego, pero algo que impida que el fuego devore al hombre.

Tu amigo

P.A.C.