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Panorama Universitario Mundial

 

LA UNIVERSIDAD Y SU GRAN MISIÓN PACIFISTA

 

La III Conferencia Mundial de Universidades celebrada en México en septiembre de 1960 nos mostró cuánto pueden llegar a hacer estos centros de enseñanza superior por la paz del mundo y el bienestar de la humanidad.

La concurrencia de delegados de todas las regiones del globo, aun cuando de diferentes razas e ideologías antagónicas en política o economía o religión, fueron en esa asamblea, y lo siguen siendo a través de sus relaciones, un denominador común de la comprensión humana, mostrando así el camino de un entendimiento mundial capaz de poner a prueba el futuro de la humanidad.

No hay razón por la cual esta esperanza no llegue a realizarse, máxime que los adelantos de la ciencia provienen precisamente de las universidades, y aunque su empleo por políticos y militares tiende a la mutua destrucción, las mismas universidades se hallan obligadas a enseñar cómo es que deben utilizarse los productos de sus investigaciones para fines pacifistas.

Muchas de las opiniones de ilustres rectores y profesores universitarios de diferentes partes se refirieron muy particularmente a este tema, aun cuando no haya formado parte de los temas oficiales de la conferencia.  Pero la preocupación estaba en las mentes de todos y en el aire flotaba el sentido de responsabilidad que a todos y a cada uno correspondía en su misión bienhechora.

Así, por ejemplo, el Reverendo C. A. Soleta, vice- presidente de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos) declaraba que no era tarea fácil conducir al mundo por el camino que le permitiera sortear la crisis contemporánea, pero que las universidades pueden hacer mucho para conseguirlo.

Uno de los medios idóneos para colaborar en esta tarea, sería el del intercambio intensivo de estudiantes, de suerte que un gran número de los de un país pudieran permanecer en otro y se familiarizaran con sus costumbres durante dos o cuatro años.  Así se iría logrando cada día más una firme comprensión internacional.

El Padre Soleta afirmó que algunas universidades de los Estados Unidos estaban dispuestas a colaborar con las rusas en ese sentido, lo que han expresado ya en varias ocasiones, habiéndose dado pasos iniciales al respecto.  Hasta el momento estas disposiciones no han dado resultados apetecidos.  Sin embargo, ya se ha operado, en cierto modo, esta colaboración, por lo menos, en el orden científico.  De esta suerte, la comprensión internacional, estimulada por la universidades, habrá de conducir, a la postre, a la consecución de una paz firme y duradera.

En su discurso de clausura, don Jaime Torres Bodet, Secretario de Educación Pública de México, abogó porque las universidades sean casas de paz activa, de solidaridad social en donde los hombres aprendan a comprender su propio destino y a servir el de todos sus semejantes.  De las universidades depende la paz del mundo.

Millones de hombres saben o presienten —dijo el señor Torres Bodet—, que el progreso de la civilización mundial dependerá cada día más del equilibrio que la enseñanza pueda otorgar a los directores de las nuevas generaciones, equilibrio entre las humanidades y las técnicas, equilibrio entre las cualidades de la inteligencia y del carácter.

A su vez, el señor López Mateos, presidente de México, recalcó en el discurso inaugural el papel fundamental de las universidades, el cual no puede restringirse tan sólo al de la mera preservación de la tradición y el saber, sino que al de una misión más alta, cual es la formación del hombre para que en sus manos, ciencia, técnica y artes, influyan y actúen como potencias defensoras de los supremos valores humanos.

Tanto los debates, mejor calificados de opiniones, como las diversas declaraciones de los delegados, nos muestran la esperanza de resolver, por medio de la cultura superior, representada por sus universidades, los grandes conflictos del mundo de hoy, tanto más agudos cuanto que nos hemos convencido del fracaso de antiguas fórmulas de paz.

El autor, como delegado de las universidades de Nicaragua y Costa Rica, publicó una serie de artículos en los periódicos centroamericanos, dando a conocer los resultados de la conferencia y sus propios comentarios.  Su objeto, al publicar ahora este librito, es el de divulgar parte de esos resultados, sin pretensiones de estudio académico, y para despertar algún interés en el público, entre los estudiantes particularmente, a fin de recalcar la importancia que el mundo moderno le da a la Universidad y la esperanza que se tiene cifrada en esta institución tan antigua, pero cada vez más influyente en el desarrollo del mundo moderno.  Como se comprende, pues, se trata de un trabajo muy incompleto.

Me gustaría destacar aquí la gran labor realizada por el presidente saliente de la Asociación Internacional de Universidades, el doctor Jean Baugniet, que le dio tanto impulso a la Asociación durante el período de cinco años que finalizó en la fecha de la Conferencia, así como la del secretario, señor Roger Keyes, que continúa en el cargo.

Hay que hacer aquí un aparte para exaltar la labor de organización y la gentil acogida de las autoridades universitarias mexicanas al ofrecerse como anfitriones de esta asamblea, la que, igualmente, se expresa en las páginas siguientes.

 

(1961).