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LAS CONSTITUCIONES DE NICARAGUA DEL DOCTOR ALVAREZ LEJARZA O DE CÓMO LOS LIBERALES Y CONSERVADORES HAN APRENDIDO MUTUAMENTE
Muchas gracias al doctor Emilio Alvarez Lejarza por haberme enviado la última edición de su libro Las Constituciones de Nicaragua. La primera que fue editada en los talleres de La Prensa en 1936 sirvió de mucho para dar a conocer a catedráticos, estudiantes, abogados, historiadores, periodistas y estudiosos, el proceso de las ideas políticas de Nicaragua en su agitada historia. Esta nueva edición que forma parte de la colección Las Constituciones Hispanoamericanas, que está publicando con creciente éxito el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, se ha puesto al día, en cuanto a Nicaragua se refiere.
Esto de poner al día una Constitución en tan corto tiempo pareciera irónico, porque se supone que los fundamentos del Derecho Constitucional son invariables. Pero en Nicaragua ocurre un fenómeno distinto, puesto que de 1936 a la fecha tenemos algunas reformas totales y otras parciales de la Constitución Política. De esta manera seguimos la tradición muy nicaragüense de emitir constituciones «a la medida». Alguien nos dijo que éramos tan respetuosos a la ley que preferíamos hacer nuevas constituciones para acomodarlas a los hechos consumados, antes que transgredir las vigentes. Pero tal afirmación, que es otra ironía, tiene, en el fondo, un gran significado.
La historia que aprendemos en las escuelas es la relación de revoluciones, cambios de gobiernos, golpes de Estado y otros sucesos políticos. En apariencia, se trata de simples luchas de ambiciosos por atrapar el poder. Sin embargo, en el fondo, es la pugna por hallar manera de manejar y resolver nuestros problemas económicos, políticos, culturales, étnicos, etcétera, o sea el de darle salud a este organismo convulso que es el pueblo nicaragüense. Lo cual puede generalizarse a casi todos los pueblos de la América Latina.
Esta «nuestra América», que decía Martí, forma entidad aparte. Las ideas del Occidente, que se hallan fluctuando entre el conservatismo tradicional y el liberalismo revolucionario, tienen aquí fisonomía diferente, puesto que nuestros pueblos no pertenecen ni a Oriente, ni a Occidente, sino que son, simplemente, latinoamericanos, o mejor, iberoamericanos.
Las convulsiones nuestras son típicamente iberoamericanas. Y la pugna entre la conservación de viejos modos de vida importados de España por los colonizadores y su conversión a otros nuevos modos importados de Francia por los liberales, constituyen la tónica de nuestras luchas intestinas. Por debajo se halla un pueblo en asombro que no sabe qué hacer. Son los millones de analfabetos, orillados del mundo, que forman el grueso pueblo latinoamericano. Dentro de esos extremos, caben todas las ideologías.
La recopilación hecha por el doctor Alvarez Lejarza en su valioso libro muestra el debate ideológico que se ha operado en Nicaragua de siglo y medio a esta parte. Muchas de esas instituciones carecieron de validez por inoperantes y exóticas; sin embargo, facilitan la comprensión de los acontecimientos y la participación que los ideólogos, políticos y profesores tuvieron en los hechos reales que se estudian, como historia, en las escuelas.
Se nota la preocupación de todos por hallar fórmulas adecuadas en la resolución de todos los problemas: desde el problema de la organización del Estado y el de la religión católica, hasta el de los derechos y garantías, y, sobre todo, el del papel que el derecho de propiedad juega en la vida del país, así como la creciente importancia de las cuestiones sociales en el mundo actual.
El doctor Alvarez Lejarza no se contenta, por supuesto, con recopilar constituciones y leyes constitutivas. Hace crítica e historia. En muchos de sus puntos de vista no coincido y hasta me opongo, pues que cada uno tiene su modo de ver las cosas. Pero el hecho mismo de afirmar algo, de hacer una acuciosa crítica o interpretación de algo, es, claro está, una excelente contribución a la investigación histórica cuyo lado práctico está en sacar las leyes generales de un proceso para ser aplicados, hoy o mañana, a la vida de ahora, o que le sirvan de inspiración.
Aunque es cierto que en Nicaragua tenemos muchas leyes y esto ha contribuido a menospreciarlas, sin embargo, por dentro de ellas hay un afán general de arreglar las cosas y de buscar el camino de una vida social bien regulada. La dirección general ideológica de estas leyes subordinadas se encuentra en las constituciones. En ellas podemos observar cuánto han aprendido los conservadores de los liberales, y cuánto éstos de aquéllos, así como en qué grado unos y otros, han sido sensibles a los acontecimientos internos y a las influencias extranjeras, a los reclamos sociales de los obreros o al concepto del derecho de propiedad. Ojalá esta mutua enseñanza sirva para algo.
Creo, sin lugar a duda, que el libro del doctor Alvarez Lejarza, y esta segunda edición particularmente, es una obra de gran mérito y utilidad, no sólo para los nicaragüenses, sino para los latinoamericanos y españoles, porque este libro expone la evolución del pensamiento político de este país y ofrece un conjunto de datos que el sociólogo o el filósofo de la historia puede aprovechar para la interpretación de estas convulsas parcelas del archipiélago latinoamericano.
Marzo de 1959.