Las grandes necesidades nacionales
EL ESTUDIANTE Y EL PROBLEMA DE LA MEDICINA RURAL
El joven médico doctor Alfredo Huete Armijo se refiere, en un artículo publicado en La Prensa, que tiene la bondad de dedicarme, a las declaraciones del señor Ministro de Salubridad, quien ha expresado sus intenciones de establecer en Nicaragua el sistema de servicio médico-rural practicado por los pasantes de medicina, en forma parecida a la que se lleva a cabo en México. El articulista se pronuncia a favor de este proyecto y anota una serie de datos estadísticos sobre la desproporción del número de médicos que, reconcentrándose en las ciudades, dejan en desamparo a las zonas rurales. Se llega al extremo de que, como en el Departamento de Matagalpa, hay un médico por cada diez mil y pico de habitantes.
Esto del servicio médico-rural para los practicantes es un problema común a todo Hispanoamérica y ha sido objeto de numerosas controversias. En el Primer Congreso de Facultades de Medicina celebrado en septiembre del año pasado se habló mucho del asunto: Para armonizar tendencias se incorporó a la Declaración del Congreso el punto 8o, que dice: «De acuerdo con los caracteres de los distintos países es recomendable que el estudiante desarrolle trabajos de servicio social debidamente supervisados por profesores y autoridades competentes». Es obvio que esa supervisión no se opera en la extensa zona rural del país, alejada de los centros que podrían ejercer esa vigilancia.
El servicio médico-rural ya se ha realizado en Nicaragua pero con malos resultados. Hablando con los médicos que hicieron ese servicio en su época de estudiantes, se han manifestado contrarios a su establecimiento, a menos que se modifiquen sus condiciones.
El servicio consistía en obligar a los jóvenes médicos antes de su graduación, a residir en un pueblo o caserío de típica zona rural, y hacer una práctica de seis meses, por lo menos, para tener derecho a solicitar su examen público. Se suponía que con este método el estudiante, además de prestar servicio médico a una población de esa naturaleza, adquiriría práctica suficiente y valiosos datos para el desarrollo de su tesis.
Las objeciones a tal sistema —que puede aplicarse a todo Hispanoamérica— se han hecho a posteriori y pueden resumirse así:
—Que los estudiantes pierden contacto o brillo académico, esto es, se «enmontan» en los medios rurales.
—Que al ser obligados a tal extremo, realizan su labor sin vocación alguna y a disgusto, por lo cual, gran mayoría de ellos sólo se dedican a recoger algún dinero para los gastos de su doctoramiento y su instalación en la ciudad.
—Que muchos de ellos en el vicio del curanderismo, del cual se contagian, administrando «botellas» de medicinas.
—Que al encontrarse aislados y faltos de estímulo decaen en su moral personal y profesional. Algunos se han quedado enredados en esos medios rurales.
En consecuencia, para obviar tales peligros y dificultades y realizar con éxito una labor tan necesaria para la comunidad como el servicio social en tales zonas, bien podría llevarse a cabo éste, toda vez que se le prestaran facilidades al estudiante para que tanto éste como sus habitantes se beneficien mutuamente.
Hablando con médicos de experiencia en estos afanes, ellos exponen que bien podría restablecerse este servicio si cada practicante dispusiera de un laboratorio bien montado o portátil, y, aún mejor, si dependiera de una Unidad Sanitaria de condiciones mínimas, de una enfermera y de un sueldo del Estado como delegado sanitario. Inclusive podría hacer investigaciones científicas y cambiar la medicina preventiva con la curativa.
Sería un estímulo magnífico y es muy posible que más de alguno quisiera regresar a vivir en esos medios y fijar definitivamente su residencia con vocación suficiente para dedicarse a tan nobilísima tarea.
La enorme importancia de este servicio ha sido expuesto por el doctor Huete Armijo y bien podría echarse la mirada aún más adelante para fijar condiciones de médicos residentes con el amparo del Estado, con sueldo, casa, luz, agua, y todas las comodidades requeridas para un vivir decoroso, y ser, en medio de la ignorancia, el guía de la salud física y moral de esas poblaciones abandonadas, mantenerse en contacto permanente con los centros hospitalarios y sanitarios del país, y con la Universidad, que le podría estar prestando servicio de información constante para mantenerlo «al día».
El objetivo de nuestra Escuela de Medicina es el de preparar a médicos generales, y como ya estamos estableciendo en forma adecuada los laboratorios de medicina patológica y fisiológica en el propio hospital y en tratos para traer profesores de tiempo completo para que impartan tales materias básicas, resultará que los futuros médicos estarán en condiciones ideales para manejar sus pequeños laboratorios en sus medios rurales y prestar los servicios esenciales a la comunidad, combinándolos con la medicina preventiva o higiene. En fin, un programa completo, en el cual, vista la actitud del doctor Castillo, ministro de Salubridad, y la creciente actividad e interés de la Asociación Médica, más la asistencia universitaria, se le augura una nueva vida al desarrollo del servicio rural, en las condiciones antes apuntadas.
Es de esperarse que tanto el doctor Huete Armijo, como sus distinguidos colegas, continúen prestando su cooperación y den ideas prácticas para este enorme trabajo de enseñar y curar a nuestra población, hundida en la miseria, la ignorancia y las enfermedades. Un verdadero empeño que solamente puede realizarse a través de los universitarios.
Marzo de 1958.