Seleccionar página

 EDUCACIÓN

LA UNIVERSIDAD Y SU FUNCIÓN PÚBLICA

El oficio universitario nuestro es cada vez más exigente y por lo tanto más lleno de responsabilidades.  La agitación de los pueblos latinoamericanos, de la cual somos partícipes en grande escala, por vivir, en esta efervescente zona del mar Caribe, tiene aquí resonancia mayor. El desarrollo del comercio, de la industria, de la agricultura en esos países, cuya población va desbordando ya los diez millones de habitantes, que se está despertando ardorosamente, casi violentamente, pone a las universidades en la encrucijada de esta historia fascinante que estamos viviendo.

Porque aquí alguien tiene que encabezar estas empresas, dar una filosofía, y dirigir estos grupos de pueblos que ya no sólo denuncian las injusticias, sino que reclaman un orden nuevo.

Si las universidades no asumen el papel de formar a los jóvenes que han de encabezar las empresas agrícolas, comerciales e industriales que han de dirigir los periódicos y otros medios de divulgación de ideas que han de orientar a las masas en el ejercicio democrático; que han da salvar en el agro a millones de campesinos; que han de organizar los sindicatos y dar una doctrina nuestra, con raíces auténticas…si las  universidades, no cumplen con la misión de formar los cuadros de la vida nacional, otros lo harán, porque la avalancha viene indefectiblemente.  Lo harán extranjeros, con intenciones de explotación, como lo han hecho siempre, y volveremos a ser colonizados, sin haber salido del todo de la vieja colonia, sin alcanzar nunca la segunda independencia, cuando todavía estamos luchando por desprendernos del lastre que nos dejó la primera.

Nosotros sabemos que hay que asumir este papel de formación de hombres.  En su papel de ciudadanos y profesionales, bajo un rigor académico severo, dentro de una libertad basada en la moral racionalista, deliberante y no autoritaria, Formar a los jóvenes en el conocimiento y la responsabilidad.  Enseñarles cuánto mal nos ha causado la ignorancia, que cuando usa la libertad la convierte en anarquía y cuando ejerce autoridad la convierte en despotismo. Despotismo material o espiritual que ha frenado durante tanto tiempo nuestro progreso.

Para que la Universidad pueda cumplir esta misión, necesita de la ayuda de todos.  Algunos creen que la Universidad es un organismo aislado, como una escuela en donde se fabrican profesionales, un sitio en donde un grupo de intelectuales se pone a discutir o plantear problemas muy poco prácticos y subversivos…Claro que aquí se discute, se discurre, se raciocina,  pues este es un ejercicio del espíritu, pero de este raciocinar universitario salen los médicos que curan, los abogados que estudian e inspiran las leyes, los ingenieros que construyen, los profesores que educan y los sociólogos, antropólogos, investigadores, historiadores, periodistas, todo lo que constituye la cultura, y la razón humana de ser en sociedad.  Cuando las gentes que ejercen estos oficios no tienen formación universitaria, entonces la sociedad se halla deformada o subdesarrollada.

Por ello, el presente y el porvenir universitario, debe ser ocupación de todos.  Porque de la Universidad tienen que esperar su liberación los pueblos que las mantienen y los gobiernos que gobiernan democráticamente deben respetar su autonomía para asegurarles el cumplimiento de su misión trascendental.

La educación es una función pública de  la cual todos tenemos obligación de ocuparnos. Y si es universitaria, lo es más aún, porque de aquí saldrán los que han de conducir a la sociedad.

De la educación universitaria dependerá la orientación doctrinaria de la sociedad, la eficiencia de su administración, el prestigio moral de la autoridad.  De lo primero hay que cuidarse mucho, pues de allí depende que el futuro se oriente hacia tal o cual doctrina auténtica y conveniente, o, de otro modo, desconectada de la tradición democrática centroamericana, no lograda, todavía, pero presentida y deseada.

Lo segundo, la eficiencia administrativa en los organismos públicos o privados ha de basarse en la preparación científica y técnica de los universitarios haciéndole frente las necesidades genuinas de estos pueblos dentro de su propia geografía, aunque tengamos, a veces, que echar por la borda, muchas supercherías históricas. Ya este es ejercicio puramente docente, de técnicas en la enseñanza, de intercambio de experiencia, de ayuda conjunta hacia un  solo fin de rigor y disciplina para estudiantes y catedráticos.

Lo tercero, el famoso principio de autoridad, que no se sustenta en la fuerza bruta.  Mientras la fuerza material sea la sostenedora del principio de autoridad, estos países oscilarán entre la anarquía y el despotismo. Cuando la autoridad logre un prestigio moral en la administración pública, en el impartimiento de la justicia, en el dará cada uno lo que es suyo y conocer cuál es lo suyo de cada uno, no tendremos necesidad de dilapidar millones de pesos de nuestro presupuesto en capítulos militares para tener al pueblo manos arriba.  Será entonces cuando el prestigio de la autoridad tenga arraigo en el pueblo, y éste obedezca por convicción y no por miedo, todas las leyes.

Una política universitaria de esta manera concebida es la que parece correcta para nuestra Centroamérica.

Y aquí debemos interesarnos todos.  Hay que llamar la atención de organismos y personas que nos ayuden en esta tarea que compete a todos:

A los gobernantes, los empresarios, los obreros, los intelectuales, al pueblo todo.  Una ayuda total de integración universitaria con todos los sectores de la sociedad centroamericana para que el futuro sea nuestro.

(Los párrafos anteriores forman parte del discurso pronunciado por el Doctor Mariano Fiallos Gil, en el acto Inaugural de la V Reunión del Consejo Superior Universitario Centroamericano, que se realizó en el Paraninfo de la Universidad de El Salvador, el 22 de Junio de 1960).

 

LOS PRIMEROS PASOS DE LA REFORMA UNIVERSITARIA EN NICARAGUA

En 1830, el sabio centroamericano don José Cecilio del Valle, participante de la Independencia, pero sustentador de ideas conservadores, afirmaba que durante el primer siglo de su funcionamiento se enseñaba en la Universidad de Guatemala, a cuyo reino pertenecía nuestra provincia, el derecho de los romanos y no el derecho civil que regía por entonces; y que, si después se citaba el de Castilla, las leyes de Roma eran siempre el texto principal y las de España el accesorio.

Don José O. Gámez, citando a los historiadores de aquel tiempo, entre ellos a del Valle, confirma que en filosofía sólo se estudiaba a Aristóteles, pero alterado ya por sus intérpretes escolásticos que lo desmenuzaban caprichosamente.  Se enseñaba en medicina la que era propio de los tiempos más oscuros.  (Y aquí cito la ciencia quimérica de Paracelso que aún perdura:  «el hombre es un ser fundamental, quien ignora la astrología no puede saber medicina»).  Durante mucho tiempo no hubo clases de ciencias naturales, ni de ciencias exactas, ni de ciencias económicas y mucho menos de ciencia políticas.

En cuanto a la admisión de alumnos, el historiador Don Tomás Ayón cita el caso del bachiller Pedro Agüero que se quejó ante el Presidente del Reino  – ya andando el año de 1808 -, porque el Rector del Colegio Tridentino de León  –  precursor de esta Universidad  –  había conferido el título de Br. en Filosofía a un tal Florencio Fonseca a sabiendas de que estaba prohibido conceder grados y aún admitir a matrícula a los mestizos, zambos, mulatos y cuarterones, No digamos a protestantes, mahometanos, judíos, o libre pensadores.

Algunos años después de la Guerra Nacional, en la segunda mitad del siglo XIX ya habíamos dejado atrás muchas de estas limitaciones, aunque las cuestiones religiosas todavía eran objeto de graves sanciones.

Pero en lo tocante a enseñanza estábamos en lo mismo.  Don Pablo Levy  –  un francés que se portaba generoso en sus apreciaciones  –  decía en sus «Notas Geográficas y Económicas de Nicaragua» escritas en 1871 que para la enseñanza universitaria «no hay ningún curso científico provisto de un material competente, ningún laboratorio de química o física, ni museo, ni colecciones públicas o particulares, ni observatorio astronómico, ni jardín botánico.  Las antigüedades nacionales se quedan sepultadas en los montes y no existe colección de ellas.  No hay escuelas de bellas artes, ni sociedad científica de fomento.  Se ve – comentaba el sabio francés – que el nivel general intelectual no puede ser muy elevado.  Aún las personas que tienen un título académico están muy lejos de poseer los conocimientos que la posesión de dicho título deja suponer.

Todavía a finales de 1962 es decir hace año y medio apenas, el atraso es notorio de acuerdo con el nivel de nuestro tiempo.  Dígalo si no, el cáustico informe Acton,  valedero para toda América Latina, y aquel otro lleno de eufemismo de Unesco, muy confidencial, preparado por tres profesores de reconocida competencia mundial y cuya visita fue solicitada por el CSUCA para la evaluación de los «estudios generales» en Centroamérica.  «De las observaciones hechas por la misión – dicen nuestros visitantes en un párrafo tomado al azar —  podemos desprender que las Universidades de América Central constituyen realidades aisladas, sus relaciones con el sistema educativo de su país se definen por una especie de aislamiento relativo.  La misión sólo pudo verificar aquí la existencia de males ya reconocidos por diversos educadores y generalmente enumerados en los informes de la Conferencia de Santiago de Chile:  Pobreza de las escuelas y colegios, maestros y profesores empíricos, a veces encargados de la enseñanza en un grado que ellos mismos no han alcanzado.  A la Universidad llegan estudiantes que han sobrevivido, pero llegan mal nutridos y poco formados.»

Don Rodrigo Facio, ilustre Rector de la Universidad de Costa Rica, ya fallecido, decía que las Facultades universitarias eran entre sí como un archipiélago sin relaciones las unas con las otras.  Todos sabemos que todavía hay profesores que usan libros científicos anacrónicos, de ediciones muy antiguas porque en ese libro ellos aprendieron, y otros que dictan copias en clases o que las confeccionan cogiendo de aquí y de allá a su capricho … o que no dan la bibliografía por temor a que los alumnos aprendan más de la cuenta; que la producción investigativa no cuenta, que no se publican ni libros, ni folletos, ni estudios serios.

El panorama universitario desde sus arranques a nuestros días no ha cambiado mucho.  Casi todos los vicios que los historiadores y estudiosos señalan como tales, aún persisten …   pero el hecho de que, por lo menos, lo reconozcamos y de que busquemos su remedio, cosa que anda en marcha, pone cierto optimismo en el alma de los que, por ahora, respondemos por el destino de la Universidad.

El primer paso dado ha sido el de lograr la autonomía.  Su historia es reciente, y al que habla le cupo el honor de obtenerla y de formular el proyecto de ley que fue aprobado casi sin modificación alguna en 1958 por el entonces Presidente de la República, Don Luis Somoza y su Ministro de Educación, Dr. René Schick.  Desde entonces ha funcionado la autonomía plenamente como en muy pocas universidades de América.

Considero que la autonomía no es tan solo el hecho de la propia administración docente, administrativa y económica, sino  –  y muy principalmente –  el de la administración libre y voluntaria de los valores del espíritu.  Sin consignas ni dogmas.  Sin prohibición de sustentar ideas de cualquier clase, por extremistas que sean.  En una autonomía así concebida la curiosidad científica y filosófica carece de límites o moldes rígidos y autoritarios.  Es libre pensamiento, libre exposición de ideas, controversia, ejercicio responsable de la inteligencia, discusión sin tabús de ninguna clase, ya que el objetivo de la Universidad es el de la formación de hombres libres en una sociedad libre.

Para evitar lo vicios ancestrales ideas preconcebidas, enseñanza libresca, anacronismos docentes, desequilibrio entre ciencia y humanidades, desconexión en el medio en que se vive, adocenamiento, etc.), venimos intentando realizar, desde hace pocos años y con los escasísimos recursos económicos disponibles, una reforma universitaria fundamental.

Para ello hemos comenzado por enfocar los problemas desde el punto de vista regional centroamericano.  La Reunión del Consejo Superior Universitario Centroamericano — después de haberlo despertado de un largo sueño — que se realizó en León en 1959 y las reuniones sucesivas y preparatorias en diferentes partes del Istmo, nos ha conducido a la confección de una reforma sustancial integrada para todas las universidades de la antigua hermandad.  Eso hizo posible despertar el interés de varias entidades nacionales e internacionales y el asesoramiento de expertos en materia de organización de la enseñanza superior.

Por supuesto que la autonomía no es la reforma en sí, pero constituye la condición apropiada para llevarla a cabo.  Se puede ser autónomo y cultivar los vicios con la mayor ceguera, entorpeciendo aún más el progreso de la enseñanza.  Pero entre nosotros la autonomía ha demostrado su eficiencia; dígalo si no el extraordinario desarrollo que hemos logrado en estos pocos años.

La reforma académica que llevamos a cabo poco a poco puede resumirse así:

PRIMER PASO:  Creación de una base científica y humanística común a todas las profesiones y actividades universitarias, su órgano:  la escuela de estudios generales con probable jerarquía facultativa.  Debido a falta de recursos económicos y de personal preparado, no es sino hasta este año que se organizó, para las Facultades del área biológica en León, la Escuela de Estudios Generales.  Para el próximo año tendremos, seguramente, esta misma organización en el área de las Facultades que funcionan en Managua.

La misión de UNESCO, ya citada, considera con mucha razón, que la institución de los Estudios Generales significa un gran paso hacia adelante en la reforma universitaria. Aunque estamos muy lejos de haber dado este primer paso con eficiencia de alto nivel, ya, al menos, lo dimos.  Sus objetivos lejanos e inmediatos están en marcha.

Equilibrio de la enseñanza de las ciencias sociales y humanísticas con las ciencias naturales y las matemáticas; cambio de métodos y actitudes en el sentido de promover el estudio personal con profesores dedicados exclusivamente a enseñar, tanto teórica como prácticamente, con laboratorios, bibliotecas, clases-seminarios, etc.;  integración de la enseñanza dispersa por el aislamiento docente de las Facultades cuya tendencia defectuosa ha sido el profesionalismo como sólo instrumento para ganarse la vida y no como función social:  formación de hábitos académicos de estudio e investigación en los campos del conocimiento científico y humanístico, etc.

SEGUNDO PASO:  (que por razones de facilidades tenidas a mano tuvo que iniciarse antes del primero en esta vieja estructura), es el de la instalación de departamentos de materias básicas comunes en el ramo profesional de alto nivel académico de dedicación exclusiva, por nada completa y convenientemente preparados en el exterior.  El comienzo se hizo con Ciencias Médicas y ya están funcionando estos departamentos en nuestras nuevas, aunque modestas instalaciones del Hospital San Vicente.  En la Facultad de Odontología  -pero en las clínicas solamente, funcionan también departamentos con gran eficiencia;  en la de Físico-Matemáticas, ya solo están preparando jóvenes profesionales en los Estados Unidos para estos servicios; en la de Humanidades, profesores extranjeros sostienen la docencia para mientras sale las primeras promociones y enviamos al exterior a profesionalizar a los nacionales;  nuestra Facultad de Ciencias Químicas se halla a las puertas de una gran transformación fundamental.  Esperamos que la de Ciencias Jurídicas y Sociales y la de Ciencias Económicas abran sus puertas a la nueva dimensión.  Esperamos crear nuevas Facultades y Escuelas, y constituir carreras cortas aprovechando todas estas reformas.

Las reuniones de técnicos centroamericanos, las mesas redondas de Facultades, el intercambio de profesores, los cursos de entrenamiento, el asesoramiento de expertos extranjeros en el tema de las ciencias naturales, de las matemáticas, de las humanidades, de las ciencias sociales, etc., que se realizan constantemente desde hace unos cuatro años a esta parte, han planificado una reforma fundamental ya en marcha, permanentemente revisada, la cual nunca se podría llevar a cabo sin la dirección de nuestro Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA) y la ayuda de instituciones oficiales o particulares como la Organización Mundial de la Salud, la UNESCO, la Fundación Ford, la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (AID), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)  y otras.

El fenómeno de la educación no es un hecho aislado.  Por tal razón se hacen investigaciones de los factores sociales, políticos y económicos sobre los cuales se sustenta;  éstas se llevan a cabo por los institutos dependientes o colaboradores del CSUCA; Ejemplo: la investigación de los recursos humanos en Centroamérica en donde se buscan las demandas profesionales del futuro para la industria, el comercio, la banca, el servicio público, etc., la investigación de la tenencia de la tierra del estado, de la enseñanza pública y privada, de mejoramiento de los métodos educativos, etc.

Y como para nosotros el estudiante está en el primer plano y la Universidad es una comunidad de estudio, investigación, fuerza moral, libertad, saber … avanzando mucho en el campo del bienestar estudiantil propiamente dicho y se está tratando de obtener ayudas fundamentales en este campo de suyo importantísimo, ya que sin la tranquilidad económica y mental, sin salud, vivienda, diversiones, alimentación, actividades artísticas y sociales, etc., es imposible pensar en Universidad, porque la Universidad es la habitación del estudiante y no otra cosa.

Con el advenimiento de nuestra autonomía universitaria y el esfuerzo de los profesores, administradores y empleados, hemos conseguido algo con el florecimiento de las Facultades y Escuelas, la fundación de las nuevas, el aumento de la población estudiantil, la profesionalización de profesores, la creación de institutos de secundaria, normales y  primaria populares, la organización y fundación de bibliotecas, los cursos de extensión cultural, la dignificación del estudiante, la creación de un ambiente propicio para el desarrollo de su personalidad social, su intervención razonable en la dirección universitaria, la participación de la Universidad en cónclaves internacionales y la elección de sus autoridades en altos puestos directivos, la construcción de locales, la compra de inmuebles, la instalación de laboratorios museos y clínicas, las casas de estudiantes y, sobre todo, la voz universitaria que ya se oye en todos los ámbitos de la Patria.

Y cuántas cosas más que hacen falta y que irán viniendo para darle a nuestra enseñanza ese carácter de alto nivel necesario, y sobre todo, ampliar la anchura de sus puertas para que por ellas entre el pueblo y quede así asegurada la grandeza de la Patria, la salud, la prosperidad, la independencia, la libertad económica y política y el saber y el pan … que han de vivir juntos para el bienestar del hombre nicaragüense de tantos dones lleno de tanta abundancia rodeado.

Y quiero expresar aquí con júbilo sano nuestra felicitación a los estudiantes que han obtenido sus merecidos premios y a los que han hecho el esfuerzo por superarse, aunque no los enarbolen por ahora, a los nuevos profesores a quienes damos la bienvenida y a los estudiantes de Ciencias de la Educación que en el próximo año se incorporarán a esta fiesta cuando hayan completado su jornada.

Y no quiero terminar sin expresar nuestro agradecimiento a todos aquellos que tan generosamente nos han brindado su ayuda, a los que han otorgado becas y préstamos, a los que han adquirido nuestros bonos y responden a nuestros pedimentos, al Gobierno de la República por las donaciones hechas, y en especial a la memoria de Don Enrique Mántica Berio y a sus albaceas por la donación del Pabellón Mántica construido para nosotros en el Hospital San Vicente, verdadero inicio de una gran obra social para cuya marcha y administración estamos comprometidos.

Y así quede clausurado, señoras y señores, este acto, y abiertas las puertas del Alma Mater con palabras oficiales, solemnes y optimistas que con mi voz y con grande honra mía, saluda a sus hijos y a sus benefactores.

(Estos párrafos son los del discurso pronunciado por el Dr. Mariano Fiallos Gil, Rector de la Universidad Nacional, en el acto de apertura de cursos llevado a cabo en el Auditorio de la Universidad el día 10 de julio de 1964).

 

EL PROBLEMA DE LA SECUNDARIA

Las declaraciones del Señor Vice-Ministro de Educación acerca de la escasez de profesores competentes para la enseñanza secundaria, es el máximo problema de la Educación en Nicaragua.  Aunque el funcionario se refiere solamente, al perecer, a los Institutos del Estado, tal calificación debe extenderse también a los particulares, incluyendo a los colegios de asociaciones religiosas.

Ninguna institución puede estar más capacitada en Nicaragua para ponderar los resultados de la Secundaria como lo está la Universidad Nacional, puesto que a sus aulas acuden bachilleres de todos los colegios de la República.  Es preciso confesar que, en lo general, llegan mal preparados y si bien es cierto que hay algunos bachilleres sobresalientes, su excelencia depende más de sus propias capacidades intrínsecas, que da lo aprendido en sus institutos; más de su aplicación personal que de los métodos, o desarrollo de los programas respectivos.  Para conocer hasta qué punto son buenos o malos tales métodos, hay que poner de testigo a los estudiantes de tipo mediano, que son los más, y con los cuales el país tiene que labrar gran parte de su futuro.  También pueden servir los estudiantes inteligentes pero que, faltos de disciplina o voluntad, se malogran por la deficiencia de sus estudios.

Es lamentable en realidad lo que aquí sucede.  Pero ¿hemos de echarle toda la culpa a los profesores?  Me parece que no.   Si se revisara el plan de estudio y los programas de cada una de les asignaturas, veríamos que en gran parte se hallan anticuados.  Tanto en ciencias, letras o matemáticas, se hace demasiado hincapié en cosas que ya han perdido su vigencia, de donde ocurre, que en el calendario escolar se comienza más o menos bien en los primeros meses del año, para andar precipitadamente al final, en perjuicio del conocimiento reposado y consistente, que es, en resumidas cuentas, el que vale.

En algunas ciencias, como la física, por ejemplo, solo hacen largas peroraciones sobre cuestiones que se estudiaban hace cincuenta años, cuando no había aparecido todavía ese maravilloso mundo de la electrónica o del átomo.  En historia se conocen largas filas de faraones egipcios, y nada de lo que palpita alrededor nuestro, y no digamos de literatura, gramática, o en la cadena de las matemáticas, cuyos programas apenas se dejan a la mitad. De todo ello resulte que el estudiante, a quien la vida le presenta problemas de todo tipo, queda sorprendido y, desconcertado, porque sus estudios de secundaria lo dejan incompleto y no se lo plantea siquiera.

Tal situación es de una importancia norma para la vida del país, porque la preparación secundaria es decisiva para el futuro de los estudios específicos, ya sea en la Universidad o en las diferentes escuelas técnicas que requieren conocimientos generales, por lo cual, la gravedad del problema no debe orillarse, o desconocerse.

Por supuesto, que la crisis de la Secundaria es general en el mundo de Occidente.  Lo es toda la educación en sí, tanto Primaria como Universitaria; pero la Secundaria presenta más intensidad porque se refiere a adolescentes que están dando sus primeros pasos en la orientación de su futuro y se halla en mayor peligro que cualquiera otro grupo, para su deformación.

Hay, pues, que enfrentar el asunto en su totalidad:  Una revisión general de la enseñanza, y profesores especializados tanto en institutos del Estado como en los particulares.  Y entender que la educación es un todo en sí, es una unidad integral con un fin común:  preparar mejores personas en el orden científico, técnico y cívico.