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  1. El problema vital de la economía
  2. La discriminación racial

El crecimiento de las universidades corre parejas con la necesidades económicas que su desarrollo implica,

Las grandes instalaciones, los laboratorios, la investigación, la enseñanza mecanizada, etc. requieren cada día más y más dinero. Y este, como siempre, escasea.

Lo que pagan los estudiantes por su enseñanza – allí donde se paga – es mínimo en relación con lo que se requiere.  De ahí que las universidades se mantengan con subvenciones o fondos propios, que siempre resultan escasos.

A este respecto los rectores trataron de establecer soluciones diversas, exponiendo, al mismo tiempo, el régimen que corresponde a su respectivo país.

En el Uruguay, por ejemplo, la enseñanza es gratuita desde la primaria a la universidad.  En los Estados Unidos resulta muy cara, en cambio.  En otros sitios, hay becas generosas, como la Unión Soviética, pero tras una selección muy rigurosas, etc.

Así, el Padre Rooney, de la Universidad de Fordham, Estados Unidos, apuntó que las grandes industrias de este país parecen haberse dado cuenta de la necesidad de darle su apoyo a la educación superior, en vista de los beneficios directos que la industria recibe de sus egresados.  Habló también del programa federal de préstamos por cerca de dos mil millones de dólares a largo plazo y a bajísimo interés.

En Canadá, donde el desarrollo de la enseñanza ha alcanzado alto nivel, la iniciativa privada mantiene a muchas universidades, pero también recibe ayuda del Estado.

En nuestra América Latina hay que descartar la iniciativa privada por el momento, ya que nunca ha tenido la visión de ayudar a la enseñanza en general.  Los terrateniente, industriales comerciantes latinoamericanos, no han seguido el ejemplo de sus colegas norteamericanos que siempre han sido generosos con los problemas económicos de la educación.  Generosos, pero de un sentido práctico y utilitarista, puesto que de su desarrollo depende la grandeza del país, y, por lo tanto, de las clases más acomodadas también.

Pese a que nuestras universidades latinoamericanas, por su tradicional pobreza no pueden recibir el gran caudal estudiantil, no por ellos deben desperdiciar el talento de la juventud que llama a sus puertas.  Todo lo contrario, debemos de hacer todo el esfuerzo posible a fin de recuperar en pocos el tiempo perdido y no seguir permaneciendo al margen del movimiento cultural.

El Dr. Sadoski, de la Universidad de Buenos Aires, hizo esta advertencia en la Conferencia, la cual encontró eco entre los hombres de ciencia allí reunidos, que convinieron en la dura realidad que afrontan los centros de cultura superior del continente latinoamericano.

El Dr. Sadoski, dijo: “Las universidades latinoamericanas no tienen locales, ni recursos financieros suficientes, ni métodos, ni personal, para enfrentarse a la situación prevista”.  Y señaló: “En el siglo veinte, en el momento en que la necesidad de formar un gran número de técnicos y sabios constituye un problema universal, las universidades deben abrirse a todos los jóvenes capaces intelectualmente”.

Pero, desde luego, con la reserva que debe hacerse una selección de la capacidad intelectual de los aspirantes a graduarse.

La discriminación racial

Muchos hombres de origen africano representaron a diversas universidades.  Uno de ellos, el Dr. Sayed Naser El Hag Ali, vice-canciller de la Universidad sudanesa de Khartoum, presidió una de las tres comisiones de la Conferencia Interamericana de Universidades. Pero como se hallaba entre hombres de alto espíritu de las llamadas razas arias, fue recibido en pie de igualdad con sus compañeros.  He ahí el milagro universitario de la cultura.

Otra personalidad de origen africano, el Dr. H. W Springer, de la Universidad de las Indias Occidentales, las Antillas Británicas, se refirió a este gran problema de la diferenciación de razas con ciertos lugares del mundo.

“Mientras no se acabe con discriminación racial, afirmó, el peligro de que se termine la paz está latente, y las naciones ya se están dando cuenta de ello; por eso existe un movimiento general para abolirla completamente”.

Algunos norteamericanos que se hallaban presentes estuvieron completamente de acuerdo y calificaron de “gente salvaje” a quienes propugnan y practican la diferenciación racial.

El Dr. Springer alabó el decreto de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos condenándola discriminación racial en ese país y dijo que ese gobierno está trabajando intensamente para lograr su aplicación.

El Padre Agustín Martinez, de la Universidad Católica de Chile, refiriéndose también al tema, dijo “la piel no hace diferentes a los hombres, pues todos valen, por su intelecto y cualidades, lo mismo que sus hermanos”.