LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA
Es indudable que tenemos que revisar los planes de estudios y los métodos de la enseñanza universitaria en general, y, muy particularmente, el de la medicina, puesto que, por su naturaleza, ella es la más cambiante de las profesiones. Sobre este punto, se pronuncia muy acertadamente el doctor Alfredo Huete Armijo en reciente artículo publicado en La Prensa, aunque algunas de sus afirmaciones quizás se aparten un poco de las actuales tendencias de la enseñanza médica en Iberoamérica.
He aquí algunas observaciones que pueden servirnos para «ir cambiándole las llantas a un automóvil que se mantiene en marcha», lo cual es una imagen muy exacta de lo que semejante problema significa.
En medicina nuestro primer objetivo es hacer médicos que curen a la gente, que ayuden a prevenir las enfermedades y tengan una orientación social; que su formación sea básica, científica y clínica y que salga de la escuela como médico general no especializado. Sería importante agregar que puesto que estamos en un país tropical, hay que hacer énfasis en el estudio de las enfermedades tropicales y su prevención.
El estudio de la medicina en Nicaragua es el más prolongado de todos: contiene su currículum siete años de estudios propiamente universitarios y uno de práctica hospitalaria. Solamente Guatemala está en iguales términos, pues el resto de Iberoamérica, contando 38 universidades principales, dos tienen planes de cinco años, 23 de seis y 11 de siete años. Pero muchos de estos cómputos dependen de lo que se estudia en la secundaria por vía de especialización o de algunos estudios premédicas. Para orientarse en este asunto sería bueno leer algunos de los folletos que se han estado publicando recientemente y los acuerdos tomados por diversos Congresos sobre enseñanza de la medicina.
Una idea clara sobre este aspecto puede hallarse en la Declaración de México sobre Educación Médica (publicada por nuestra Universidad), en Fundamentos y objetivos de la educación médica de la Universidad de Chile y otras publicaciones de la misma Universidad. También es conveniente leer Tendencias actuales de la educación médica, por el doctor García Rosell y el estudio del doctor Martínez Durán, actual Rector de la Universidad de Guatemala, sobre el Análisis comparativo de treinta y ocho planes de estudio de ciencias médicas en América Latina. Otras publicaciones de este tipo nos conducen a afirmar que es necesario una revisión de nuestros estudios, pero en forma tal que no vaya a perjudicarnos en nuestra marcha.
En un folleto sobre estos mismos problemas publicado por la Universidad de Costa Rica el año pasado, se elabora un plan de estudios que comprende: Enseñanza premédica (dos años), en el cual lo estudiantes podrán completar su cultura y desarrollo mental, incluyendo algunas asignaturas humanísticas y materias científicas (en donde están la zoología y botánica, que le parecen innecesarias al doctor Huete Armijo). Después vienen cinco años de estudios propiamente médicos divididos así: dos años para las materias básicas profesionales y tres años para las clínicas. ,Después viene el año de internado, de todo lo cual resulta que un médico ha estudiado: seis años de primaria, cinco de secundaria, dos de premédica, cinco de medicina propiamente dicho y un año de internado. Total: Diecinueve años de estudio. Aquí hay que agregar la especialización y el constante estudio para mantenerse al día.
Tal como está la situación profesional nuestra, y la necesidad de que un médico tenga una rica imaginación y se dé cabal cuenta de que es un ser humano al servicio de otros seres humanos, individualmente o en sociedad, tal vez no se pueda reducir el número de años, aunque sí modificar los estudios, sus métodos y «currículum».
En fin, este es un plan que tenemos que seguir discutiendo todo este año para que el próximo pongamos en práctica sus conclusiones.
Febrero de 1958.