Seleccionar página

CRÍTICA LITERARIA

EL CUENTO:  COSA DIFÍCIL

Pró1ogo a una Antología

A todo el mundo le gusta contar y que le cuenten cuentos.  No hay quien pueda sustraerse a este deleite.  Eso de satisfacer 1a curiosidad por conocer el resultado de algo que lo tiene a uno pendiente, o el de experimentar en el otro la tensión por averiguar un desenlace, es, en verdad, una cualidad inherente a la naturaleza humana·.  Es raro encontrarse con alguien capaz de seguir de largo cuando se le promete contarlo lo que le sucedió a fulano, o de no impacientarse cuando se le emplaza a «Mañana que nos veamos te diré lo que pasó cuando la fulanita.  »  O  «aquella vez que mataron al Alcalde en la esquina de la Catedral, cuando…”

Por supuesto que se requiere cierta gracia e intuición, y cierto técnica, naturalmente, para lograr que el interlocutor caiga en el lazo.  Por eso el cuento consiste de un nudo que hay que mostrar desde el primer momento, un suspenso y un desenlace rápido e inesperado.  No importa el tema que se toque, esto es, el género del argumento.  Este género se hallará de acuerdo con los problemas que estén a mano, que interesen más al que cuenta y al que escucha, o a los que forman la rueda cuyos radios penden de un hilo.

En esta antología del cuento nicaragüense, algunos de los cuales se quedan en estampa, sin llegar a ser cuentos, los temas que se tratan son relativamente limitados; casi todos se refieren a la vida campesina y a sus problemas perentorios: enfermedad, alcoholismo, explotación, hechicería…  No hemos logrado todavía forjar cuentos con elementos universales: pasiones, casos de conciencia, dudas morales o religiosas, o con el típico y más popular de los temas, el del cuento policíaco que abarca a casi todas las situaciones, pues lo que allí van enredados los asuntos psicológicos, morales, científicos, políticos y toda la gama amplísima de que están compuestos el arte y la ciencia criminalística, y de los que son verdaderos maestros los ingleses y norteamericanos.

Y de verdad, ¿Cuál será la causa de que la gente de habla inglesa sea tan hábil en la confección del cuento policíaco?  Tal vez sea el respeto que ellos guardan por la ley y a su forma democrática de vida, en la cual el delincuente tiene que ser perseguido con armas inteligentes, interrogado con paciencia y suavidad, y obligado a declararse culpable, o a demostrar su culpabilidad ante el Juez sin recurrir a la violencia.  Esa especie de juego entre el detective y el criminal, esa lucha casi caballeresca entre ambos protagonistas puede ser causa de que el género se haya desarrollado tan bien entre los escritores de eso admirable mundo, a veces tan incomprensible para nosotros, de la democracia de habla inglesa.

El cuento es ahora una manera literaria de gran popularidad. la agitación de la vida, la divulgación de las revistas o «magazines», las coleccione de «historias cortas» como dicen los norteamericanos, para ser leídos en el tren o en las salas de espera de los dentistas, o en los aviones, exigen relatos escuetos, esquemas de situaciones que interesen al lector y lo diviertan de sus propios problemas.  Por ello resulta que el cuento es la cosa más difícil de hacer, porque hay que comenzar por tender una trampa al lector desde las primeras   palabras, desde el arranque, para sujetarle y llevarle hasta el fin.  ¿De qué sirve un buen estilo, o un buen desenlace si el lector se aburre desde las frases iniciales y tira el cuento o lo pasa por alto? Por eso me parece que el comienzo es lo esencial de un cuento, y allí está todo.

«Habla una vez …  empezaban los viejos cuentos…Y desde ese mismo instante todos quedaban pendientes y como amarrados a los labios del relator.  Y los Evangelistas comienzan:  Y dijo Jesús a sus discípulos, he aquí que … » Un modo de preparar el auditorio para que pongan atenci6n a lo que van a decir.

El cuento, pues, no es tan sólo una forma literaria modernísima, sino que es también antiquísima.  Probablemente lo más antiguo que hay en el núcleo de toda la literatura.  los egipcios, los griegos, los judíos, todos contaban sus historias, sus parábolas y sus proezas, y enseñaban sus doctrinas en forma de cuento.  la Ilíada y la Odisea son grandes cuentos, y las Mil y Una Noches la colección de suspenso más famosa, y así el romancero español en cuentos de ocho silabas por cuerda, y Bocaccio y Cervantes, Chesterton y Edgar Allan Poe, y nuestro Rubén Darío y hasta el seri filósofo y matemático materialista Bertrand Russel. a quien le ha dado, últimamente, por andar contando cuentos.

En nuestra Patria, como en el resto de Hispanoamérica, el género apenas se ha tocado.  Existe una inmensa variedad de temas, y no tan sólo sobre indios tristes y enfermos o mestizos inconformes, sino sobre problemas comunes al alma humana, con su característica de este Continente tan contradictorio por su pubertad, forjado de ideales occidentales mal asimilados, abatido por ideologías contrarias, sin saber qué hacer con el sustrato teológico de la Colonia y las reminiscencias de los sacrificios humanos.  Con esa Civilización materialista de los yankis medio puritanos que se ha echado encima de nosotros y esa otra agitación rusa por la inconformidad de las cosas que suceden.  Y en medio, un cristianismo curioso, pero real, sin discriminación racial, odio de pueblos o conflictos religiosos, que tropieza todos los días y todos los días se levanta en las grandes ciudades, en la selva terrible, o en las casonas solariegas de los buenos señores que viven en provincias.

Si la novela de América Hispana está por nacer, mucho más lo está el cuento, que es forma literaria más sutil y concreta, por lo tanto, más difícil.  Puede que estemos más cercanos a su elaboración porque vamos poco a poco adquiriendo un grado superior de cultura·, y caminando y nivelando la emoción poética, primera manifestación del clamor vocativo, por el asombro del mundo previo al análisis, o simplemente al nominativo, que es el nombrar, o contar las cosas que nos rodean.

Y esto me parece suficiente para un prólogo.  Por supuesto no sería justo terminar sin aplaudir con todo el corazón la ingente labor de quienes formaron el Club del Libro Nicaragüense, institución que está llamada a prestar grandes servicios al país.  Y a los que contribuyeron a esta Antología.

Gracias, pues, a la inteligente y hermosa señora doña Margarita de Uribe y a·los señores doctor Fernando Centeno Zapata, cuentista, escritor y abogado y a Sidar Cisneros, escritor radial y gran entusiasta por la Cultura.

PERSONAS Y PAISAJES EN BUSCA DE AUTOR

Cuando los fundadores del Club del libro me encargaron el pró1ogo de la Antología del Cuento Nicaragüense nunca pensé que debía de concretarme tan solo a elogiar a todos y cada uno de los participantes como generalmente sucede con esta clase de prólogos.  Ni que esos elogios debían ser una especie de inversión en la bolsa de valores literarios para que los beneficiarios pagaran con la misma moneda al prologuista, pues que entre los escogidos cuentitas me cabe el honor de figurar.

Lo que me pareció honesto y constructivo hacer, y eso hice, fue una apreciación objetiva del «género cuento» en nuestro país, de sus dificultades técnicas, de sus distinguidos cultivadores, de los temas que actualmente abordan y bordan, y de sus proyecciones para el futuro de nuestra literatura. Tal modo de proteger produjo diferentes reacciones: la de los que aplaudieron y la de los que se disgustaron.  Estos últimos no se hallan de acuerdo con mi afirmación de que el cuento nicaragüense, a pesar de la excelencia, de algunos cuentistas, apenas comienza a dar sus primeros pasos, que su temática, es muy reducida y que por lo tanto hay que tratar de transponer esas limitaciones.

El señor Presbítero Jacobo Ortegaray es uno de los más disgustados, pues en artículo publicado en “LA PRENSA” me acusa de menospreciar el esfuerzo nicaragüense y de ser víctima del «complejo de inferioridad» por afirmar tales cosas en vez de proclamar como él lo desea que nuestra literatura, en este caso el cuento, se halla al nivel de cualquier otra.  Mi estimado Padre: Si nos jactásemos de tal excelencia, tal jactancia sería inconfundible síntoma de complejo de inferioridad, pues que tiene como fin ocultar la realidad.  Y expresar esa realidad, es complejo sino cosa simple y radiante, y manifiesto para ver   si nos superamos.

Cuando en el dicho prólogo hablo de nuestras posibilidades para entrar en temas y técnicas de contar, universales, estoy, precisamente, haciendo un elogio potencial más que actual, de los literatos nicaragüenses, cuyo talento es obvio, pero cuyo horizonte se halla disminuido por la perjudicial creencia de que estamos en la cumbre de la literatura.  Y la gente que diga eso vive en el Congosto, inolvidable escenario de El Ombligo del Mundo de don Ramón Pérez de Ayala.

Esto que me dice el Padre Ortegaray por mi opinión de la cuentística nicaragüense me lo han dicho ya otras personas por mi similar opinión de la científica nicaragüense.  Traerle a la realidad no es en menosprecio de nadie sino en aprecio de todos, para que incorporen su cabeza del suelo parroquial, que no se acuesten a dormir sobre supuestas hojas de laurel, que se levanten de madrugada y se hagan duros como aconsejaba don Segundo a su ahijado en los pagos pampeños.  Que se hagan duros, eso es, y se dejen de proclamar lo mejor del mundo, que eso es provincialismo o panglosianismo arcaico.

La cuestión de la literatura de habla castellana en lo general, y no de la nuestra tan solo, plantea una situación rara: su dificultad para alzar vuelo más allá de le barrera del idioma a pesar de la prestancia y, a veces, genialidad de sus autores.  No ocurre lo mismo con la pintura cuyo prestigio extraordinario se ha mantenido por encima de todos desde el Siglo de Oro hasta nuestros días, con Picasso a la cabeza.  Pero en literatura carecemos da la universalidad que nos corresponde como gentes de historias y aventuras, de líricos y místicos, de señores y conquistadores, de héroes y bandidos.  Y aunque algunos lo califiquen de herejía es conveniente afirmar que nuestro gran Rubén no es un poeta tan universal como algunos piensen, por genial que él sea en el mundo de nuestra habla, en donde escasean los competidores.

Si alguien quiere saber cómo anda realmente el mundo de la literatura castellana que hojee un poco las estadísticas de la UNESCO acerca de las traducciones y lecturas de uno a otro idioma.  Se quedarán asombrados al saber que fuera del Quijote no tenemos traducciones importantes en el comercio internacional de la literatura.  No hay que decir que el ilustre manchego y su escudero se sientan en sitio de honor porque sin perder su calidad de españoles de Castilla representan caracteres universales comunes a todo el género humano, y pueden ser entendidos por chinos, rusos, alemanes o ingleses.  Y esa universalidad es la que nos falta a casi todos, pese a nuestro talento.  Hay que hacer pequeñas salvedades como la de   Blasco Ibáñez, por ejemplo).

El hecho de cultivar lo regional en literatura no significa que la crítica deba orillar a los regionalistas.  Al contrario, hay que. estimularles y decirles: «Hablad con vuestras propias voces, pero de modo que os entiendan todos».  Tal como hacen los rusos.

Los rusos, según el cómputo mundial, son los que van a la cabeza de las lecturas.  Nadie puede negar a Dostoievski, a Gorki, a Tolstoi, a Chejov (maestro de cuentistas), su calidad de gente rusa poniendo a hablar a la manera rusa a personajes rusos.  ¡Pero de qué manera lo hace!  ¡Cómo se ponen a tejer sus dramas, a llorar a lágrima corriente en las plazas públicas, a reír a carcajadas elementales en los templos ortodoxos, a arrastrarse, a humillarse como mártires o sinvergüenzas!  Ellos, sin dejar de ser rusos, son hombres de linaje humano, apasionados y perennes de frescura perentoria inteligibles para toda criatura que viva en cualquier sitio: en estas provincias nuestras o al lado del Obelisco de la Plaza de la Concordia.

El conservar uno su propia fisonomía no lo obliga a producir cosas para el consumo doméstico de Monimbó o Subtiava únicamente.  Todo lo contrario, está obligado a hablar duro con voces inteligentes.  Y eso es lo que yo aconsejo a los literatos nicaragüenses entre los cuales me encuentro incluido por la gracia de Dios.  A William Faulkner, por ejemplo, con sus novelas sureñas a veces puerca de tanta sencillez, lo escucha todo el mundo, y a Jack London con sus aventuras muy americanas. ¿Por qué no sucede igual con nosotros los del habla castellana? Tal vez porque creemos que lo nuestro es lo excelente y no intentamos transponer la barrera del idioma.  Tal vez porque más que obras de arte tratamos de encadenarnos a obras de tesis o de tipicismo mal entendido.  De todos modos, a ver la que abordar ese problema del aislamiento.  Y nuestros Académicos de la Lengua deberían de plantearlo pronto, y los libreros también, para averiguar las causa de semejante fenómeno.

Tenemos que hacer el inventario de nuestra literatura castellana.  Por lo que hace a nuestra parte como nicaragüenses, creo que hay muy poca cose, aun cuando las fuentes de donde podríamos sacarlas son copiosísimas.  Tenemos muchísimas aventuras que contarle al mundo en cuentos, dramas, novelas.  Nos hallamos viviendo, por ejemplo, en el centro de un choque de culturas con estos norteamericanos que se nos están viniendo encima.  Y esos ingleses que dejaron su rastro en los criollos de la Costa Atlántica y que quieren integrarse con los de este lado del Pacífico.  Y los hacendados polígamos que oyen misa todos los domingos, y las pobres solteronas que están saliendo de sus casillas con el impacto del cine, y el paganismo imborrable de los indígenas, y los negocios de los políticos en mesas plutocráticas, y los aprendices de comunistas con su típico lenguaje resentido y los pescadores de tiburones personajes y paisajes en busca de autor.

Fuera de lo general y común de nuestra tremenda historia: de esos conquistadores como nunca ha visto el mundo, y los colonizadores y frailes, y cosas grandes, grandísimas, al parecer tan extraordinarias que han dejado en asombro a las letras, incapaces, ya, de describir, la acción y pasión con las cuales, como ningún otro pueblo, estamos hechos.

Pero no bastan los temas sino la manera de decirlos, puesto que la literatura es forma más que todo.  Probablemente los de habla castellana tengamos más talentos literarios que los de otros idiomas, pero nuestra voz no se oye tanto.  Tal vez Calderón sea más grande que Shakespeare; Ramón Gómez de la Serna más humorista que Mark Twain; Benavente mejor dramaturgo que Bernard Shaw, Rómulo Gallegos superior novelista que Tomás Mann y José Vasconcelos filósofo más claro que Henry Bergson y así…. Sucesivamente.  Pero la verdad es que ellos son escuchados más que nosotros.  Algunos dirán: «Es que odian a España, es que envidian a todo lo español».  Tonterías.

Trotemos, pues, de salir de estos ámbitos en donde nos hallamos metidos, y digámoslo aquí y en todas partes, sin engañar a nadie, para ver si los que nos siguen comienzan a navegar y salir de esta isla, hacia el Continente.

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit. Suspendisse ac imperdiet nisi. Praesent at tristique elit. Aliquam consectetur erat in tristique fermentum. Quisque quis nisi eu massa egestas porta. Donec sit amet hendrerit urna. Sed at eros non turpis condimentum sollicitudin. Curabitur auctor, erat ac consectetur convallis, arcu ex congue purus, a dignissim nisi nisl eget arcu. Nam blandit nulla aliquam mi lacinia, vel feugiat neque euismod. Nulla sed volutpat orci, vitae pulvinar nunc. Aliquam at odio rhoncus, fringilla felis nec, congue dolor. Etiam diam felis, viverra eget rhoncus a, euismod id orci. Nunc laoreet metus ipsum, a mattis nibh fermentum eget. Pellentesque congue metus eu odio posuere congue ornare sagittis mauris. Praesent feugiat ullamcorper dui eu dignissim. Nulla facilisi. Morbi feugiat ante quis scelerisque sagittis.

Quisque lectus sem, ornare quis lorem sit amet, luctus sagittis odio. Curabitur vitae consequat risus, malesuada rutrum ligula. Sed vel sagittis magna, eget ullamcorper augue. Proin auctor risus congue tellus consequat mattis. Etiam non massa vitae est sollicitudin viverra et et justo. Orci varius natoque penatibus et magnis dis parturient montes, nascetur ridiculus mus. Aliquam ac mauris vel purus varius interdum vehicula in odio. Maecenas feugiat pharetra nibh, non mattis sapien feugiat at. Vestibulum eleifend, urna sit amet euismod convallis, tellus sapien finibus felis, eu sodales nunc urna vitae quam. Fusce purus elit, maximus vel justo dictum, scelerisque mattis nisl. Suspendisse sit amet nisl vitae elit ultrices convallis. Vestibulum non bibendum tortor.

Nulla gravida gravida turpis, ut tincidunt mi elementum a. Etiam eleifend et neque non dapibus. Mauris eget varius ex, et fringilla enim. Mauris laoreet ex turpis, a volutpat eros aliquam in. Nulla aliquet tristique tortor et finibus. Vivamus non ipsum non velit laoreet ullamcorper in at nulla. Suspendisse at lacus in ante vulputate interdum sit amet sit amet quam. Aliquam hendrerit, turpis at dapibus interdum, eros est rhoncus quam, sed tristique ante risus non felis. Donec id lacinia velit, non convallis tellus.

Nulla posuere vestibulum vehicula. Nulla malesuada leo sit amet porttitor semper. Vivamus feugiat, ex non sodales placerat, elit turpis posuere lacus, sed commodo ex purus in nisi. Maecenas ullamcorper, sapien ut ornare mattis, neque nisl ullamcorper nunc, eget gravida mi sapien a dui. Pellentesque dapibus erat a est sodales, vitae fermentum erat sodales. Aliquam quis gravida quam. Vestibulum at lobortis purus. Donec et tincidunt massa, eu volutpat ante. Etiam rhoncus lacinia nibh in dignissim. Mauris id cursus velit. Aenean et malesuada orci, ac porttitor risus. Vestibulum mattis efficitur libero sed molestie. Mauris tempus rhoncus mi sit amet tempus. Praesent mauris arcu, condimentum sit amet mollis a, lacinia at dolor.

Suspendisse mattis condimentum libero in dignissim. Sed eget nisi nisi. Sed eu arcu iaculis metus tempor pharetra. Nunc aliquet sapien et tortor maximus condimentum finibus at nulla. Quisque et orci vel metus efficitur rutrum. Donec purus justo, facilisis eu aliquet vitae, blandit ut velit. In tristique a leo sit amet consequat.