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A UNIVERSIDAD DEL PRESENTE

LOS FRUTOS DE LA UNIVERSIDAD

La Universidad nicaragüense ha vegetado demasiado precariamente por la indiferencia de los gobiernos y la animadversión de los políticos y clases superiores de la sociedad.  Pese a ello, ha rendido buenos frutos.  Díganlo si no ese grupo de médicos de primera línea que ejercen su profesión en Managua, con o sin cursos de postgraduados en el extranjero, pero con una formación básica muy firme, y los que se han quedado en los Estados Unidos y otras partes.  Tan buen éxito se debe a la clase de enseñanza personal, a la relación permanente de catedráticos a estudiantes, frente a las camas del hospital o en el anfiteatro de disección.  Me atrevo a decir que algunos de nuestros buenos médicos son superiores a muchos de los egresados en otras universidades extranjeras, en algunas de las cuales las condiciones de enseñanza son inferiores a las nuestras.

Si hiciéramos el recuento de los abogados de nuestras universidades veríamos su excelente preparación profesional y la facilidad de aprendizaje en ciertas especialidades, como estudios bancarios, económicos, estadísticos, de administración pública, etcétera.  Hay que agregarle a nuestros ingenieros, verdaderos héroes de las aulas, estudiando con las uñas del espíritu en el pleno corazón de Managua, sin que los grandes ingenieros profesionales puedan ayudarles por falta de tiempo.  Pregúntenselo si no a los dueños de empresas privadas de la construcción o al Ministerio de Fomento.

Y qué decir de los farmacéuticos cuyo ejercicio profesional carece de brillo por las modalidades de las industrias de medicamentos, crisis que es general en el mundo, y que de alguna manera ha de resolverse.  De esta profesión, hay que preocuparse promulgando leyes protectoras y estimuladoras de las especialidades, pero tal resultado más bien depende de ellos mismos que de la Universidad.  Y en cuanto a los odontólogos, hay que observar que aún no han salido los primeros graduados, pero que la instalación de la escuela, sus métodos de enseñanza y los elementos con que cuenta, la hacen una de las buenas escuelas de odontología de Centroamérica, en su escala.  Y eso es todo, porque no tenemos otras facultades.

SEPARACIÓN DE LA ESCUELA DE BELLAS ARTES

Pudimos haber agregado Bellas Artes, pero nos fue imposible.  Por eso me extraña sobremanera que ahora se propugne por el funcionamiento de facultades en diferentes ciudades del país, cuando al mismo tiempo se ha iniciado la mutilación de la Universidad quitándole esa escuela.  Tal actitud encontró eco en el Ministerio de Educación Pública y llegó hasta donde el Presidente que de una vez por todas declaró que Bellas Artes sería una dependencia de Educación Pública y no una escuela universitaria.  El Presidente pasó por encima de la ley que hacía poco él mismo había firmado, pero los universitarios no podemos protestar porque el Presidente se ha portado comprensivo con la Universidad otorgándole autonomía y subiéndole el presupuesto en un veinticinco por ciento.  Su actitud de ahora, infortunadamente, menoscaba aquel reconocimiento, por culpa, quizá, de sus malos consejeros.  Pues ahora se dará la sensación de que nuestra autonomía, pende de un hilo tan delgado que en cualquier momento puede romperse.  Sin embargo, nosotros trabajamos como si estuviéramos sobre roca, para el mejoramiento de la enseñanza superior de nuestra Nicaragua.

Ahora la Escuela de Bellas Artes es un simple apéndice del Ministerio de Educación Pública.

INVITACIÓN A VISITARNOS

A ciertas personas reacias se les ha invitado varias veces a que vengan a convivir con nosotros para que constaten cuánto hemos avanzado de un año a esta parte en disciplina docente, en camaradería, eficiencia, cumplimiento, etcétera.  Podrán circular libremente dondequiera, presenciar un concurso de oratoria, conversar en la Escuela de Derecho, visitar nuestra Clínica de Odontología para el público, una clase de disección humana en el anfiteatro, andar por el hospital, divertirse en el Club de Estudiantes Universitarios, y ver nuestro pequeño teatro incipiente, nuestras publicaciones y nuestros museos, edificaciones, exposiciones, pequeña biblioteca, residencias estudiantiles, campo deportivo, etcétera.  Nos falta muchísimo, naturalmente, pero estamos empezando hacerlo como mejor se puede, ya que estudian cerca de mil alumnos.

UNA CURIOSA ESTRUCTURA UNIVERSITARIA

No ha puesto una pica en Flandes quien define a la Universidad como «El Gobierno de la Cultura».  Eso es vago y confuso. Si el articulista deseara definiciones de Universidad y descripción de sus funciones, puede hallarlas en las leyes orgánicas y estatutos de todas las universidades de Hispanoamérica y en los libros que han escrito sobre la materia, todo lo cual está a la orden en la Secretaría General, y en lo que se ha escrito en nuestras Publicaciones. Y si se exige algo más concreto, puede consultarse con las resoluciones y recomendaciones del Consejo Superior Universitario Centroamericano que hemos reunido recientemente en multicopias para distribuirlo entre los delegados a la próxima Reunión de Rectores que se llevará a cabo en esta ciudad.

La vaguedad de esa «definición», sin embargo, parece explicarse un poco más adelante en el artículo titulado «La Universidad Nacional de una futura Nicaragua libre» que un periodista acaba de publicar. Y esa explicación sí, es de lo más original. Copio al articulista:

Dije además que, en el orden de los valores, el Gobierno Político necesita la base del Gobierno de la Cultura; que no se pueden concebir ministerios sin aulas como premisas, como no puede haber tribunales de justicia sin facultades de derecho, Ministerio de Fomento sin aulas de ingeniería, legisladores sin humanidades.

Se me perdonará si digo que este parrafito es, o una perogrullada, o una confusión de ideas dispersas, o lo que sospecho, el deseo de instalación de una tecnocracia inspirada en un viejo libro fuera de moda: El estado corporativo de Benito Mussolini.  Y creo que es así porque hace poco tiempo estuve conversando con un antiguo partidario del fascismo que me esbozó un plan de estructura universitaria concebido en estos términos: Que cada ministerio de Estado se haga cargo de una escuela universitaria.  De esta suerte el Ministerio de Fomento tendría a ingeniería, el de Gobernación a la Facultad de Derecho, el de Salubridad a la Facultad de Medicina, etcétera.  De hecho, ya el Ministerio de Agricultura tiene su Escuela de Agricultura con casi un millón de córdobas de presupuesto para ochenta y tres alumnos; el Ministerio de Salubridad su Escuela de Enfermería con casi medio millón de córdobas para veinticuatro estudiantes; el de Educación Pública su Escuela de Bellas Artes y la posibilidad de recuperar toda la Universidad, lo cual sería grato para los enemigos de la cultura y la democracia.

De esta manera, el concepto de unidad universitaria, libre y autónoma, abierta a los misterios de la ciencia, ha desaparecido y en su lugar se ha establecido una tecnocracia política, centralizada y dirigida, sometida a los intereses de una clase gobernante, absurdamente deshumanizada.  Un tipo de estudios superiores concebidos, en la forma dicha, eliminaría el sentido de Universidad, nuestra larga tradición salmantina, y nos colocaría en el ridículo más grande que puede concebirse en nuestro mundo occidental que trata de basar la conducta moral, la investigación científica, el ejercicio profesional en una dignidad responsable ante sí misma, y no en una especie de robot técnico-político que traería un incalculable daño para la humanidad.  Tal vez sea esta la esperanza de una Nicaragua libre concebida por ese escritor.

LOCALIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD

Según ese escritor, en su mentado artículo titulado «La Universidad Nacional de una futura Nicaragua libre», que he venido comentando, es necesario esperar a que se produzca ese estado de una «futura Nicaragua libre» (a su modo, que bien puede ser de tipo corporativo) para trabajar en pleno en la Universidad de ahora.  Mientras tanto, ¿qué hacemos con la juventud que no puede esperar?

¿Cruzarnos de brazos hasta llegar a la Tierra Prometida? No señor, estamos trabajando sobre el camino.  Estamos formando a la juventud aquí y ahora y desde hace más de siglo y medio, porque precisa hacerlo con los elementos de que disponemos, porque el problema de la educación es apremiante y hay que resolverlo aquí mismo.  No podemos esperar a que la Universidad se establezca en otro sitio para trabajar en ella.  Cuando hablamos de Universidad, no estamos pensando en el sitio en donde se halla ahora, la ciudad de León, pues está dentro del territorio nicaragüense, y es nicaragüense por derecho propio.

Quiero recordar que aquí no somos novatos en Universidad, que ésta fue la segunda en Centroamérica después de la de San Carlos de Guatemala, y una de las primeras del Continente; que tiene una larga, firme y prestigiosa tradición, pues comenzó a dar títulos profesionales, por Real Decreto, desde 1806, hace más de ciento cincuenta años; y que pronto se cumplirán dos siglos de haber abierto, con  el Obispo Tristán, los estudios de la medicina en el antiguo Hospital de San Juan de Dios, cuando ya los barberos comenzaban a dejar de ser cirujanos.  Que aquí aprendieron y se cultivaron la mayor parte de los que han llegado a hacer la historia política y cultural de este país y muchos de la de Costa Rica y Honduras. Que ha sufrido las vicisitudes de los enemigos de la cultura como cuando hace poco menos de un siglo fue clausurada y despojada de sus bienes, los que nunca ha recuperado.  Que fue objeto de la destrucción de sus laboratorios por las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos por dos veces, en 1912 y en 1926.  Que ha sido semillero de hombres libres, y sigue siéndolo.  Y lo mejor, que se les ha enseñado a pensar libremente.  Y que durante décadas tras décadas el fuego del conocimiento se ha mantenido sin fondos económicos de ninguna clase, pues los catedráticos llegaban a dar sus enseñanzas sin devengar sueldo alguno, y lo siguen haciendo todavía con ridículos emolumentos.

Eso es tradición y heroísmo efectivos, no pintados en el papel.

Sin embargo, de todo ello nadie se opone a que se formen otras facultades universitarias en otras ciudades del país, pues nuestra ley orgánica deja las puertas abiertas para ello, pero se carece de dinero suficiente.  Solamente disponemos de millón y medio de córdobas para este año, que comparados con las de otros países del Istmo, como Costa Rica, por ejemplo, que tiene más de diez millones, es una miseria, pero así vamos porque es lo único que pudimos lograr.

El argumento de que siendo la capital el sitio en donde están los mejores profesionales para la enseñanza de las materias facultativas, es la expresión del desconocimiento de la diferencia que hay entre la función docente y el ejercicio profesional. Tanto es así como que la Facultad de Ingeniería que funciona en la capital tiene grave escasez de catedráticos debido a que los que ejercen la profesión no tienen tiempo para dedicarse a las clases.  Eso sucedería, como ya ha sucedido, con otras ramas universitarias.

Las ciudades universitarias que se han fundado y siguen fundándose en nuestra Hispanoamérica, y las grandes universidades de los Estados Unidos, se hallan a más kilómetros de distancia de los centros urbanos propiamente dichos, que los que hay entre Managua y León.  Un profesional puede dictar conferencias y hasta cursillos, pero no encargarse de enseñar una materia.  Para ello se requiere ser catedrático de jornada completa o media jornada y profesional de la cátedra, pues para impartir una hora de clase se necesitan, por lo menos, dos de preparación, más una larga experiencia en el trato con los estudiantes. Aquí tenemos desde hace mucho tiempo, ese tipo de profesores, y ahora estamos tratando de aumentarlos.  La labor docente es callada, despaciosa, heroica y enclaustrada.  Se proyecta también al exterior, pero son otros los encargados de hacerlo en la extensión universitaria. Este modo de ser, con escasísimos medios económicos, se ha venido realizando desde largos, larguísimos años, y así seguiremos en medio de la penuria, hasta que alguien comprenda lo que en verdad es una Universidad.

LA UNIVERSIDAD: UNA BECA COLECTIVA

La Universidad nuestra, como todas las de Hispanoamérica, en una forma o en otra, se hallan bajo la tutela económica del Estado.  Puede concebirse como una gran beca colectiva que se otorga a la juventud en beneficio general de la colectividad, puesto que de aquí debieran salir los directores de todas las actividades públicas y privadas de la sociedad: desde el jefe de una empresa de transporte, hasta el director de una escuela secundaria, o el encargado de urbanización, o del cultivo de grandes extensiones de tierra, etcétera.  La Universidad hispanoamericana no podría soportar por sí sola tan tremendos gastos, y mucho menos la nuestra que es paupérrima y ha sido acosada de todas maneras. Tanto como que una encomienda del pueblo de Nindirí que había dejado doña María Jirón de Hungría y que fue la primera contribución para el Colegio Tridentino, precursor de la Universidad, en el año 1685, esto es, hace casi doscientos setenta y cinco años, fue, como muchas otras de sus rentas, incautada por uno de nuestros innumerables gobernantes que han pensado como si vivieran en la época de las cavernas.

Pues bien, según el presupuesto actual, que es el más elevado de toda la historia universitaria porque asciende a un millón y medio de córdobas para un mil estudiantes (número redondo), cada uno de éstos le cuesta al Estado la irrisoria suma de un mil quinientos córdobas anuales.

Para que el lector se dé cuenta de las contradicciones presupuestales nuestras en materia educacional, vista a ojo de pájaro y para un artículo de periódico, no tenemos más que comparar esta cifra: Cada estudiante de medicina, por ejemplo, le cuesta al Estado un mil quinientos córdobas al año, mientras que una de la Escuela de Enfermería dependiente del Ministerio de Salubridad, le cuesta unos veinte mil córdobas al año.

Lo mismo ocurre con un estudiante de ingeniería civil de la capital dependiente de nuestra Universidad, que cuesta nada más que un mil quinientos córdobas al año, en comparación con un estudiante de la Escuela Nacional de Agricultura y Ganadería que cuesta nada menos al año, diez mil doscientos córdobas cada uno (fuera de los millones de sus instalaciones), pues hay ochenta y tres alumnos con un presupuesto de ochocientos cincuenta mil córdobas (redondos).

Esto no es más que una muestra de la paradoja en materia educacional y de cómo es que se trata al estudiante universitario en relación con otros estudiantes, lo cual es muy fácil averiguarlo con sólo leer el presupuesto de este año y comprobar el número de alumnos de las diferentes escuelas e institutos no universitarios.

EL PROFESIONAL INCULTO Copio al articulista:

El ochenta por ciento de nuestros profesionales no leen nada. Y es porque en la Universidad nunca leyeron otra cosa que los textos obligados para hacer como vulgarmente se dice, de la profesión su machete.

Si el articulista estuviera al tanto de los problemas universitarios del mundo, se daría cuenta que tan grave falla no es exclusivamente nuestra: Puede hablar si lo desea, con egresados de otras universidades del Continente y hasta de Europa, y le aseguro que la incultura de estos egresados es superior al ochenta por ciento.  No tema amigo y hágales un survey como dicen los yankis, cuya ignorancia cultural fuera de su especialidad es conmovedora. Háblele a los que han salido de ingenieros, médicos, abogados, químicos, etcétera, de universidades norteamericanas, por ejemplo, y verá que se le erizarán los pelos: ¿Causa?

La técnica, señor.  El exceso de técnica, por una parte.  Por otra, la deficiente educación secundaria (problema mundial), que cada día se está interesando menos por la formación humana, a la que sacrifica, por ponerle, bien empleada la palabra, el machete en la mano al estudiante.  No eche pues, la culpa a esta Universidad tan sólo, sino a la educación universitaria general.

INVITACIÓN A LA EDUCACIÓN NACIONAL

Haga el favor el señor periodista de hacer otro survey para la educación profesional, de los que hicieron todos sus estudios (no me refiero a especialidades de postgraduados) en otros centros extranjeros y verá que no hay mucha diferencia, y hasta hay inferioridad con los graduados de aquí. ¿Quiere la lista? Se la puedo mandar, pero no para publicarla.

Una vez que adquiera usted conocimiento directo de que mi afirmación es cierta, por favor, haga campaña para que no salga tanto estudiante al exterior, muchos de los cuales se malogran, otros pierden el contacto con su medio patriótico, y todos gastan sus miles de dólares afuera, cuando aquí podrían estudiar muy bien.  Me refiero, claro está, a las carreras que estamos sirviendo y a las que, en el futuro fundaríamos, si pudiéramos aventar prejuicios que, como los suyos, le van acumulando tanta mala atmósfera a esta pobre viejecita tan llena de recuerdos y prestigios.

 

Agosto de 1958.